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¿Cómo definir tu estilo de vida?

Quiero que te pares un momento a pensar cómo es tu estilo de vida . Qué es lo que haces cada día con tu tiempo. Por qué lo haces. Para quién lo haces. ¿Cuáles son las presiones o circunstancias externas que te influyen para actuar de un modo u otro? Porque casi todos tenemos en mente el estilo de vida que nos gustaría tener: son nuestros sueños, aunque el problema es que no hemos llegado a definirlos claramente, con detalles, están solo en el aire. ¿Qué es lo que me gustaría hacer con mi vida? Casi todos tenemos también en mente algunas razones por las que no podemos tener ese estilo de vida que queremos: Me gustaría viajar lejos, pero no puedo porque estoy trabajando y hay otras personas que dependen de mí. Quiero bajar de peso 10 kilos, pero el problema es que no tengo suficiente fuerza de voluntad, o que por mis obligaciones tengo que comer fuera de casa, etc. Quisiera ahorrar dinero, pero al final siempre me lo gasto en tonterías y prácticamente no llevo el control. 

5 situaciones que producen ansiedad: actitudes y comportamientos que debes evitar

situaciones que producen ansiedad

La ansiedad es un sentimiento interno, una manera de reaccionar a una realidad que, en nuestra forma de interpretarla, nos produce miedo y desasosiego. Pero muchas veces queremos cargar con una mochila que no tenemos por qué llevar. Nos metemos en situaciones que producen ansiedad, muchas veces de manera inconsciente y sin darnos cuenta.

Cuando nos metemos en situaciones que dan ansiedad, muchas veces ignoramos que es eso, y no el otro problema, lo que nos está haciendo daño.

Ponemos la excusa de que “es que soy así” o “es que no puedo evitarlo”, pero la realidad es que si eso nos está produciendo ansiedad, cuando menos deberíamos cambiar la manera de enfocarlo, en lugar de ponernos tensos y dejar que los nervios y el estrés causen estragos en nosotros.

Las 5 actitudes que te producen ansiedad y que debes evitar

Te voy a poner algunos ejemplos de esas actitudes que todos tenemos en alguna ocasión y que producen ansiedad.

Cuando entramos en discusiones sin motivo

En ocasiones, buscamos discusiones sin motivo. Buscamos una razón para dejar salir todo nuestro enfado, toda nuestra rabia. A lo mejor lo pagamos con alguien que no tiene nada que ver, pero no discutimos por eso.

Las razones para la discusión son lo de menos. Buscamos la polémica, el grito, la crítica, el menosprecio, el rechazo no sólo porque creamos que tenemos razón. Es que sentimos la necesidad de imponernos sobre alguien, de gritar, de enfadarnos, de reinvindicarnos a nosotros mismos.

Este tipo de discusiones y polémicas, a veces por motivos absurdos, vienen a significar que nuestros sentimientos están a flor de piel. Son discusiones que nacen de la susceptibilidad y que nos llevan a ponernos tensos, a gritar, a enfadarnos. Discutimos por el mando de la televisión, porque alguien ha dicho algo que no nos gusta con la mejor intención del mundo, por lo que sea.

Cuando imaginamos cosas que no podemos probar

Una situación típica es cuando tenemos ansiedad por amor. Sentimos celos prácticamente por cualquier detalle; por si nuestra pareja llega unos minutos tarde, por si mira demasiado su teléfono, por si hoy tiene una expresión en el rostro un poco diferente. A veces hay motivos para sentirse molesto o, cuando menos, para darse cuenta de que pasa algo.

Pero cuestión distinta es cuando, desde el primer momento, empezamos a caer en la obsesión con la otra persona. Imaginamos cosas que no podemos probar y que no sabemos. Dedicamos horas y horas a pensar en una cosa que está afectando a nuestra vida cotidiana. Renunciamos a hacer cosas que nos harían mucho bien y nos ayudarían a “desempacharnos” de la obsesión y relajar la mente.

La ansiedad se convierte así en un sentimiento que va en aumento y se retroalimenta de nuestras propias obsesiones. Cada vez es más grande, cada vez afecta más a nuestros comportamientos, de índole a veces compulsivos.

Cuando empezamos a compararnos con los demás

Aquel tiene un coche mejor que el mío, el jardín del vecino es más frondoso, el jefe le hace caso más a mi compañero que a mí… situaciones de la vida misma. Y es absolutamente normal que nos sintamos molestos porque queremos querer más, queremos ser los mejores. Pero el problema viene cuando, al compararnos con los demás, empezamos a minusvalorarnos.

Compararte con los demás produce ansiedad, además de que va minando tu autoestima poco a poco. Lo hace cuando empiezas a sacar conclusiones, a emitir juicios sobre ti mismo a partir de lo que has visto en otro.

Nosotros tenemos otras cualidades que otras personas no tienen. Y ellos nos envidiarían por algo que somos o tenemos y ellos no. No tiene sentido comparar lo que es distinto. Si queremos conseguir más cosas, si queremos ser mejores, debemos dejar de mirar a los demás y enfocarnos en nosotros. Trazar objetivos, crear estrategias, ser pacientes y esforzarnos en una dirección.

Cuando solo miramos lo negativo

Las personas que sólo ponen el foco en lo negativo sienten mucha más ansiedad. Misma situación, mismos problemas, distintas personas. Uno ve todo lo malo y el otro trata de ignorarlo y fijarse en el lado positivo. El que ve todo lo malo piensa que el otro no es realista. Para él, el realismo es su pesimismo, es ver las cosas de la forma más catastrófica posible. Y eso se debe a un sesgo de la mente, que tiende a fijarse y magnificar lo que hacemos mal, mientras que lo bueno le pasa desapercibido.

Debemos interpretar las cosas de la vida de manera funcional. No es malo ser un poco pesimista, o mejor dicho, realista, ver la parte mala de vez en cuando.

La cuestión es el objetivo, el porqué. ¿Por qué hay que fijarse en lo malo? Para corregirlo, para cambiarlo. No para hundirte en la desesperación. Y por eso debes mirar también lo positivo. Porque tu objetivo no es hundirte, sino ganar.

Cuando tiramos la toalla y no queremos aprender

Nos sentimos una víctima, creemos que una maldición de la naturaleza ha caído sobre nosotros. Y que no podemos hacer nada para evitarlo. Pensamos que todo nuestro destino está predeterminado y éste es necesariamente malo. No hay solución y no la vamos a buscar por un montón de falsas razones.

Porque es imposible, porque estamos cansados, porque ya lo hemos intentado muchas veces… En realidad, el problema es que muchas veces puede que tengamos cierta “intolerancia a la frustración”. A nadie le gusta equivocarse, a nadie le gusta que las cosas salgan mal. Pero es sólo sumando fracasos y equivocándose muchas veces como se aprende.

Las emociones están a flor de piel, en más de una ocasión vas a tener ganas de tirar la toalla. Pero si sigues insistiendo, si vuelves a levantarte, cada vez te dolerá menos. Tu cuerpo y tu mente se van habituando a volver a intentarlo, a volver a atreverte. Estarás reduciendo tu intolerancia a la frustración.

Detrás de toda persona de éxito, hay una persona que ha vivido muchos fracasos. A veces muy largos y muy dolorosos. Pero entendieron que todo estaba en su mente, que se le podía dar la vuelta a la tortilla de una forma. ¿Cómo? Siendo pacientes, no comparándose, insistiendo, aprendiendo.

¿Tú también te metes a veces en estas situaciones que producen ansiedad? ¿Qué es lo que te da más ansiedad? Te espero en los comentarios.

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